Penas

Soledad. Que fácil sería de manejar si no existiera un agujero negro dentro de mi que consumiera cualquier indicio de felicidad.

El mármol detrás mió se siente más tibio que mi cuerpo, el vuelo de la pluma lejana más ruidosa que mis palabras, la transparencia de un papel aceitado más visible que yo. ¿Estaré muerta? No. No todavía. Mi corazón late, cansado y rendido pero la sangre sigue fluyendo, mis pulmones se siguen llenando de aire, una y otra y otra vez. ¿Por qué? ¿Acaso la paz eterna es demasiado pedir para mi? Me río sin gracia, sin intención, una seca carcajada se escapa de mi garganta. ¿Paz? No existe eso. Nunca habrá paz, nunca existirá la tranquilidad, todos tenemos nuestros demonios… solo que en mi caso, nunca hubo ángeles.

Como un esqueleto viviente me levanto y decido moverme, el agua que corre por la ventana dibuja líneas más existentes que yo, soporto la visión de mi ser reflejado en el vidrio con dificultad, y a medida que avanzo hacia cualquier otro lugar, mi mano se desliza por donde antes solía haber espejos, donde antes veía mi reflejo, y me agradaba. Ahora no hay nada. Nada más que diminutas partículas del vidrio quebrado, pequeños recuerdos que quisiera olvidar. Mis dedos se detienen al sentir el cambio del material, la suave madera aparece y con ella la puerta. Mi cuerpo se combina con las sombras de la calle al salir, y la lluvia me empapa por completo, pero sonrió cuando la siento. Es mejor que el frío de mi cuerpo.

Mis pasos son lentos, tranquilos, no tengo prisa, no necesito correr, refugiarme como los demás, abrigarme y cubrirme son cosas del pasado. ¿Qué me hará un poco de agua que no me haya hecho ya el destino? Lo que he pasado me ha enseñado las cosas verdaderamente importantes, familia, amigos, cariño… no tengo nada. Vacía, así me siento. Sola, así desaparezco. Solo una muchacha alejada del sistema, de la vida, perdió todo, incluso su propia vida. ¿A quien conozco? A nadie. ¿A quien le importo? A ninguno.

Una pequeña sonrisa fuera de lugar es esbozada por mis labios. Se siente extraño porque de verdad estoy sonriendo genuinamente. Levanto el rostro hacia las nubes y dejo que las gotas caigan libremente, sobre mis ojos, nariz y labios. Se siente bien. El cielo llora. Llora y me gusta pensar que llora por mí. Será egoísta, ya lo se, pero la verdad, a nadie le importo, y quisiera creer que a alguien o algo sí.

Giró a mí alrededor, no hay nadie, nadie para observar, para juzgar. Con pasos rápidos y ligeros llego hasta la calle que estaba buscando. Donde todo empezó, donde todo terminó. Un accidente. Un par de segundos que arruinó todo. Vuelvo a sonreír, deteniéndome en un pequeño hundimiento. Allí, la muerte hizo su aparición, y tuvo su diversión.

Río. Río con fuerzas, fingiendo, doblándome en dos y llorando. Llorando de gracia, de impotencia, de lo irónico de la vida, de todo el mal, de la locura que me atormenta. Río y no me puedo detener. Me siento feliz. Me siento traicionada. Me siento idiota. ¿¡Por qué quiero cambiar!? Siempre habrá algo que arruinará tu vida, alguien que no le gusta tu felicidad y hará lo posible para terminarla. ¿Por qué me molesto en lamentarme? Nada cambiará. ¿Qué logró con llorar? Solo es un poco más de agua salada en este cuerpo atosigado con las penas. Mientras comprendo todo esto, el agua se detiene. Me enderezo y limpio mi rostro, girando hacia la calle. Un par de luces me ciega justo cuando el golpe final llega.

1 comentarios:

Ya lo lei en el face.. No se si te dije, si lo hice, no importa y va de nuevo: escribis muuy bien, mas q bien, excelente! No importa q sean oscuros, porq es con ellos q te descargas, cierto?
Buee, era solo para felicitarte y para q sigas escribiendo ;)

 

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