Zombie Loan

Tranquilidad. Completa tranquilidad que es interrumpida por un grito, un golpe y un charco de sangre. Una muchacha en el suelo, con un corte que le atraviesa desde el hombro hasta la cadera, logrando que se desangre poco a poco, mientras jadea por su vida. A su lado, dos muchachos la observan. El primero posee el cabello blanco, con mechones rebeldes de negro, su compañero, de pelo azul, lo mantiene largo y atado en una coleta, mirando a la muchacha con una mezcla de desprecio y lastima. Ambos tienen rasgos refinados, el peli-blanco acaricia su barbilla terminada en punta –dándole un aire de criminal- mientras piensa seriamente en la situación. Sacude su mano que sostiene la espada, llevándola hasta la curvatura del cuello de la agonizante chica.

-¿Quieres vivir o quieres morir?


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Yuuko corría apurada con paquetes de comida en su mano. Llegaba tarde, la castigarían, estaba segura de ello. A cada paso su largo cabello negro color azabache golpeaba contra su espalda, víctima de la violencia con la cual se impulsaba hacia delante. Sus anteojos se mantenían, casi por arte de magia, pegados a su rostro, sin resbalarse un centímetro. No es que los necesitara para ver, más bien eran utilizados para no ver. Para ocultarle la realidad a sus ojos.

Una mano en el camino la hizo tropezar, desparramando la comida hacia los lados del pasillo de la escuela. Un muchacho de cabello blanco se incorporó, gritando de dolor por el pisotón, para luego fruncirle el ceño y fulminarla con la mirada.

-¿Qué crees que haces? Interrumpiendo mi siesta… me la vas a pagar…

Una mano se apoyó sobre su hombro, descubriendo a su compañero, sonriente, mostrándose gentil y comprensivo, casi como un ángel que viene a ayudar.

-Tranquilo, Chika, es obvio que no te vio… ten.

Se agachó y recogió las cosas previamente arrojadas por Yuuko, entregándoselas en sus brazos. Ella, como era entendible, se veía desconcertada, vacilando y tartamudeando ante la visión de esos muchachos. Para cualquier persona normal hubiera sido otra escena común y corriente, para los estudiantes de esa escuela, era algo completamente distinto.

Un año atrás, un trágico accidente tuvo lugar en el puente St’ Jorges. Un micro escolar colisiono contra un camión conducido por un conductor borracho. El micro y el camión cayeron al agua, hundiéndose y causando la muerte de veinte alumnos, más los profesores y conductores que acompañaban. Solo dos chicos pudieron salir con vida de ese accidente, ilesos, sin un rasguño: El chico A, y el chico B. Las noticias no podían publicar sus nombres al ser menores, pero allí se sabían quienes eran, aunque pocos se atrevían a hablar con ellos; quizás por su actitud de ‘no-me-interesa-esto’ por parte del tal llamado ‘Chika’, o quizás por temor a la belleza y calidez del chico A.

-Shiro, deja de ser tan aguafiestas.

Bufó con sorna, ofreciéndole la mano a Yuuko para que se levantara, la cual ella aceptó con gusto.

-G-g-gracias.

Tartamudeó, con un leve sonrojo visible en la cara, pero, por orgullo, en cuanto Chika estaba por mencionarlo se dio vuelta, agitando su cabello en el acto y siguiendo su camino hasta el salón, donde un grupo de muchachas, hablando animadamente sobre ropa y chicos la esperaban.

-Llegas tarde. –dijo una, claramente actuando como la líder.

-Lo siento.

-Falta uno. No me trajiste para mi, eres una desconsiderada.- Bromeó la más chica de ellas, aunque utilizando un claro tono de acusación y denigración hacia Yuuko.

Estaba por volver a disculparse cuando la mano de Chika apareció en su visión, sujetando un paquete extra de comida.

-Lo olvidaste. Recuerda que no hago entregas.

Chika no le dirigió la mirada, pero Shiro le sonrió con calidez, tranquilizándola. Para la envidia de sus supuestas amigas, Yuuko, en apariencia una chica normal, estaba hablando con los chicos más misteriosos, deseados y geniales de toda la escuela. Todas las chicas se habían imaginado, al menos una vez, al lado de ellos, como su pareja. Todas excepto Yuuko, que era más realista.

Yumi atacó, sacándole los anteojos, logrando que se comenzara a desesperar en un segundo.

-¡Devuélvelos, sin ellos no puedo ver!

-Eres una exagerada Yuuko.

Pero no lo era. Los necesitaba. Se tomó la cabeza, abriendo los ojos lentamente. Lo cierto era que su visión era perfecta, mejor que cualquiera, pero traían una consecuencia. Levantó la mirada hacia los dos muchachos que ahora se dirigían a la salida del salón, observando claramente allí dos círculos. Círculos perfectamente claros, alrededor de sus cuellos, gruesos y de un color negro profundo, el cual solo podía significar una cosa. La muerte les llegaría pronto.

‘No puede ser. No puede ser, no puede ser, no puede ser. ¿Debo advertirles? Me tomarán de loca… no… pero… ¿morirán? Tienen el anillo. ¿Por qué solo yo puedo verlo? No entiendo. No entiendo nada…’

-Oye, ¿estas mejor?

Yuuko abrió los ojos lentamente, descubriendo que estaba acostada sobre una camilla de la enfermería, con la enfermera pasando un trapo húmedo por su rostro, sonriendo.

-Vaya susto querida. Te desmayaste y te trajeron aquí, has estado durmiendo por un par de horas.

Tocó su rostro, sonriendo al sentir el vidrio de sus anteojos contra sus ojos, sentándose con lentitud sobre la camilla.

-Lamento ser una molestia.

-No lo eres, pero mejor vete ya, se hace tarde y no queremos más desapariciones.

Era cierto, unos días atrás una compañera de su clase había desaparecido, los policías habían dicho que había huido de casa, pero se rumoreaba que en realidad era un secuestro, causando que todos estén en estado de alerta.
Yuuko volvió a disculparse y agradeció los cuidados recibidos, caminando tranquilamente por el pasillo donde antes se había tropezado con ambos muchachos, con cuidado de no pisar otra cosa esta vez. Tuvo suerte, la mano la agarró a ella por el hombro. Gritó con fuerza, pateando y arañando lo que sea que la estuviera reteniendo para detenerse al darse cuenta que no era nada más y nada menos que Chika, más furioso que nunca.

-Te tropiezas conmigo, me haces llevarte lo que te olvidas, ¡¿Y luego me llamas pervertido?!

No pudo evitar soltar una pequeña risita, avergonzada y al mismo tiempo divertida por su reacción, aunque su expresión se ensombreció al momento que recordó el anillo que rodeaba su cuello. Bajó la vista, jugando con sus dedos, disculpándose por enésima vez ese día. Chika bufó, su sonido preferido para hacer, pasando su mano por el cabello. Comenzó a hablar despacio, como si estuviera tratando con una retrasada mental, a propósito para hacerla enfadar.

-Bien, pero escucha esto, me debes 50 pesos.

-¿¡Qué!?

-Si, verás, no hago cosas por bondad. Así que como me obligaste a llevarte ese paquete de comida, y te aferraste a mi mano para levantarte, me debes 50 pesos.

-P-pero… no tengo tanto dinero encima…

-Bueno, 50 pesos, te estaré esperando mañana.

Con eso se alejó, dejándola sola en la oscuridad de la ya entrada noche. No dejaría que esto quedará así. No podía cobrarle por hacer lo que cualquier persona con un mínimo de bondad haría. Con una confianza y valentía sacada de un lugar inexistente, se encaminó a paso firme a hablar con el, llevándose una sorpresa al descubrir que Chika se reunía con Shiro en un lugar repleto de lápidas falsas. Se escondió detrás de una, observando de costado lo que sucedía, sin perderse un detalle.

-¿Estas seguro que este es el lugar?

-Cien por ciento. Solo habrá que esperar.

-Tch, mientras consigamos el dinero…

Y dicho esto, Chika pasó a tomar su mano derecha y lo mismo hizo Shiro. Con un simple movimiento, y sin utilizar mucha fuerza, ambos desprendieron sus manos de sus brazos, ante la mirada incrédula de Yuuko.

-Ja, se siente bien tener mi mano de regreso…

No. Definitivamente esto era una pesadilla. Se incorporó por la impresión, logrando que ambos giraran la cabeza hacia ella. La mano de Shiro ¿O era la de Chika? Se cubrió con una nube rojiza, haciendo aparecer un revolver con una cadena el cual en seguida apuntó hacia la cabeza de Yuuko. Por su parte, Chika hizo lo mismo, salvo que la nube era azulada y lo que apareció fue una espada, larga y afilada, la cual estaba ahora apoyada sobre el corazón de una inmóvil y aterrada chica.

-Nos ha visto. Definitivamente nos ha visto.

-Pues si, Chika, y ahora que hemos sido tan discretos con nuestras armas estoy seguro que se terminó de dar cuenta que hay algo mal con nosotros.

¿Aun en esa situación podían bromear? Yuuko comenzó a temblar de miedo y de frió al sentir que una corriente helada le atravesaba el cuerpo.

-¿Y que hacemos ahora?

-Seguir el protocolo. La matamos. -to be continued.

1 comentarios:

LO AMO!!!!!!!!!!!!!! jajaj quiero ver segunda parte u.u

 

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